He aquí, señores, tronchado por el soplo de una ráfaga aleve, el roble poderoso que durante muchos años desafió todos los rayos y salió vencedor de todas las tempestades. su partida consterna nuestro ánimo y estremece con fragoroso estrépito de catástrofe el alma. Jamás la muerte de un hombre produjo tal sentimiento de consternación en un pueblo ni gravitó con mayor sensación de angustia sobre la conciencia colectiva. Es que todos sabemos que con este muerto glorioso perdemos al mejor guardián de la paz pública y al mejor defensor de la seguridad y el reposo de los hogares. El acontecimiento ha sido de tal modo abrumador que aun nos resistimos a creerlo. ¡La tierra vacila todavía bajo nuestros pies y parece que el mundo se ha desplomado sobre nuestras cabezas"
¡Quién nos hubiera dicho que el hombre extraordinario a quien hace apenas dos días vimos partir sonriente, hoy no esta con nosotros, Pero ahí está la tremenda realidad con toda su elocuencia aterradora. Muda está ya la boca de donde salieron tantas órdenes de mando. Inmóviles se hallan sobre el pecho, donde el corazón ha cesado de latir, las manos que sostuvieron la espada que simbolizó durante cuarenta años toda la fuerza física de la nación. Exánime y vilmente atravesado por los proyectiles, yace ahí el pecho heroico donde flameó orgullosamente, como si flotara en su asta, el lienzo; nuestra bandera.
¡Quién nos hubiera dicho que el hombre extraordinario a quien hace apenas dos días vimos partir sonriente, hoy no esta con nosotros, Pero ahí está la tremenda realidad con toda su elocuencia aterradora. Muda está ya la boca de donde salieron tantas órdenes de mando. Inmóviles se hallan sobre el pecho, donde el corazón ha cesado de latir, las manos que sostuvieron la espada que simbolizó durante cuarenta años toda la fuerza física de la nación. Exánime y vilmente atravesado por los proyectiles, yace ahí el pecho heroico donde flameó orgullosamente, como si flotara en su asta, el lienzo; nuestra bandera.