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jueves, junio 30, 2016

EL LAMBONISMO AFECTA EL DESARROLLO DE LOS PUEBLOS.

LANBON.
Persona que recurre a adulonerías, alagos y servilismos para obtener sus propósitos. Se muestra siempre muy dependiente de los demás con tal de conseguir lo que persigue. 
Suele ser entrometido, inoportuno e indiscreto. Perturba y/o transtorna los relacionamientos personales de los que están a su alrededor. Es oportunista de bajo calibre.



El lambonismo primitivo fue el que acompañó a caudillos de las montoneras. El moderno lo instituyó la tiranía trujillista y lo heredó el balaguerismo. El leonelismo le dio un toque post-moderno y digital. Hipólito lo retrotrajo al concho-primismo. Y el danilismo lo volvió a post-modernizar con la impronta mercadológica del convicto João Santana.

Así, la mutación de la subcultura de la abyección, retocada con barniz monárquico, ha transitado por modernas y post-modernas modalidades de fertilización, contaminando formaciones políticas, instituciones del Estado, eclesiales, empresariales y a la “sociedad civil” encopetada; contaminando a sectores sometidos/as a mezquinas formas de subordinación social impuesta por profundas desigualdades en el ejercicio de poderes, vestimentas, conocimientos, propiedades y medios de vida.
Existe un fenómeno social llamado lambonismo que forma parte de la mesa cultural de la República Dominicana. Es una realidad milenaria y universal presente en todas las sociedades "civilizadas" conocidas.
El término lamber es una variante vulgar del verbo lamer. Quien practica el lambonismo se denomina lambón y es el equivalente de adulón, adulador lisonjero, zalamero, tumbapolvo, limpiapolvo, limpiasaco, lamenalga, lambiscón, sapo, entre otras acepciones.
Aunque usted no lo crea, existen decenas de tipos de lambones, según el segmento social objetivo. Se acepta que tienen algo en común y es que no son intelectuales acabados pero parece saben lo básico de cada cosa. En mis observaciones he descubierto que existen verdaderos intelectuales que se dedican al lambonismo.
Nos centraremos en el lambón de los políticos. Es aquel con sello de lacayo que lambe a presidentes, ministros, funcionarios, legisladores y ediles. Pero también puede hacerlo con otros políticos que no ostentan el poder.
El lambón político tiene objetivos claramente definidos: perfecciona su arte ruin, escala rápidamente y alcanza los mejores cargos públicos. Solo piensa en su propio beneficio y cuando está en la cumbre puede acabar, si se le permite, con todo un pueblo, sobre todo porque carece de méritos intelectuales para ejercer esos roles. El que es verdaderamente intelectual es más peligroso porque hace poder haciendo sombra a todos los que rodean su objetivo, o sea que opaca a sus rivales, aquellos que están a su nivel o por encima de su intelectualidad, sobre todo porque siempre pretende una idea brillante que supera a todas las demás.
El lambón aplaude y aprueba todo lo que hace el político objetivo, aun sin estar de acuerdo. Se ríe de todos sus chistes y lo mantiene informado a base de chismes, delirio de persecución y supuesta sapiencia en fenomenología sociopolítica. También minimiza sutilmente a sus subalternos o sobre los que ejerce algún tipo de poder y se le arrodilla a sus superiores.